Tal vez en una o muchas oportunidades, te hayas dicho a ti mismo la frase “¡Eres un tonto! Cómo pudiste pensar o hacer ésto?” en un momento de desesperación, frustración, dolor y hasta incluso depresión.
Hay dos caminos posibles a tomar, digamos, o te haces la vista gorda y no le das importancia, o, te repites y cuestionas el porqué una y otra vez buscando una razón mental, racional.
Lo que voy a volcar aquí, es mi propia experiencia.
Pues bien, desde mi óptica, ambas soluciones, no son sostenibles en el tiempo.
Hacerse la vista gorda significaría que, más experiencias similares volverán a aparecer en nuestra vida, y cada vez más exacerbadas. Huyes de la experiencia.
Por el otro lado, buscar la razón del por qué, podría ser un arma de doble filo si es que terminamos en “la rueda del hámster” girando sin cesar, sin salir del bucle e inventándonos escenarios muy probables, catastróficos y que no son reales. Hacer introspección ayudará al proceso y luego, observarlo y ser consciente.
¿A qué voy con todo ésto?
En mi proceso de formación de Coach de Vida, hacemos hincapié en el tema de los sentimientos, de las emociones.
“Para sanar hay que sentir”
Sentir es un arte, desde mi perspectiva, es permitir a tu cuerpo y espíritu el poder expresar las emociones, inclusive las más densas y transmutarlas, no guardárselas. Desde pequeños nos han hecho creer que no debemos llorar porque eso demuestra debilidad, vulnerabilidad. También nos enseñaron que debemos ser fuertes, reprimiendo lo que sentimos. ¿Cuántas veces nuestros padres nos gritaban de pequeños por algo que habíamos hecho?
Todas esas vivencias aprendidas de infancia, nos marcaron y hoy, de adultos se reflejan en mayor o menor grado dichas heridas.
Ponte a pensar un momento donde probablemente en el trabajo tu jefe te hubiese dicho en su momento más desequilibrado algo como “¡Te he dicho que no hagas ésto, o por qué hiciste ésto o aquello!” y te cuestionas a tal punto que, te sientes tan minúsculo y que todo lo que tú haces no tuviera sentido… tu autoestima se va al piso. Ya no confías en tu propio juicio, “¿En qué he fallado?” te preguntas.
Y la mayoría de veces esos pensamientos y cuestionamientos conlleva a una falta de autoestima muy grande, a heridas de infancia. No me excluyo.
Pues bien, a mí me tocó vivirlo recientemente. Empecé a cuestionar mis decisiones, si eran las más adecuadas. Entré en una gran duda. Mi imaginación volaba a mil.
Lo que fue mucho más doloroso, en el “ahá moment”, sentí que me falté el respeto a mi mismo, un auto sabotaje tal, con pensamientos tan negativos, que sentí como si estuviera dándome látigos una y otra vez, pero no al adulto de hoy, sino al niño que llevo dentro. Ese niño a quien tanto cuidé en estos últimos meses y que había construido una relación tan amorosa en todo mi proceso de coaching, se vino abajo.
Me había defraudado a mí mismo. No pude honrar a mi niño interior como antes lo hacía.
Sentí mucha arrepentimiento, culpa, vergüenza y dolor por no haber cumplido mi promesa de protegerlo y cuidarlo. Era yo quien inconscientemente lo mutilaba.
La mente es muy hábil para este juego subconsciente.
Por si fuera poco, el incidente laboral fue solo un malentendido.
Cuando me enteré de ello, ya era demasiado tarde. Mi niño interior ya estaba dolido. Yo creé toda una telenovela al mejor estilo mexicano. No estaba en mi centro.
Nuestra mente nos llevará hasta los escenarios más catastróficos, convirtiéndose en una gran montaña a escalar y superar, hasta que no tomemos conciencia de ello.
“Tú eres tu peor enemigo”
Hoy, hago esta introspección en donde me he prometido no más lastimar a mi niño interior. Por amor propio. Tomar conciencia del momento presente.
Con mucha compasión me acepto y me amo como soy.
Y tu, ¿estarías dispuesto.a a honrar a tu niño.a interior?
Espero te resuene mi historia.